Connect with us

    Hi, what are you looking for?

    Últimas Noticias

    La inclusión en los niños, por Miguel Calle

    inclusión

    Como todas las tardes y a modo de terapia, asisto a la plataforma que queda a unas cuadras de mi casa. El camino está bordeado por árboles cuyas hojas susurran con la brisa, creando una melodía natural que me tranquiliza. Al llegar, la loza deportiva se abre ante mí como un escenario de vida, llena de energía y vitalidad. En esta loza deportiva siempre juegan voleibol. Las risas y los gritos de entusiasmo llenan el aire, resonando como música. Con el tiempo, las personas que juegan se volvieron mis amigos, y como quien no quiere, ya tengo la alarma en mi reloj que me indica la hora de ir a la plataforma. Esa alarma es mi recordatorio diario de que, sin importar cómo haya sido mi día, tengo un lugar donde pertenezco.

    PUEDES LEER: Eso de ser perro, por Miguel Calle

    En este lugar, asiste todo tipo de personas, en general niños. Juegan a la pelota, otros al escondite, y así, todo el lugar tiene un sonido ambiental de risas de pequeños. Los niños corren por todas partes, sus rostros iluminados por la pura alegría del juego. El sol se pone lentamente, bañando la escena con un dorado suave que añade un toque mágico al ambiente. Las sombras se alargan y las risas se mezclan con el canto de los grillos que empiezan a despertar. La energía es contagiosa, y la loza se convierte en un refugio donde las preocupaciones se disipan y la felicidad se vuelve tangible.

    En una de tantas veces, me siento y disfruto el juego. Si he tenido un día pesado, solo tomo atención a las jugadas; en otras, me meto a jugar. Está claro que depende mucho de mi estado de ánimo. En este rincón del mundo, encuentro consuelo y alegría, ya sea observando a los niños correr tras la pelota o participando en el juego con mis amigos. Este lugar, con su bullicio y su caos organizado, es mi escape, mi terapia, mi segunda casa.

    Con el corazón encogido

    Un día, entre tanta euforia, la pelota salió disparada por un costado. Un niño de entre 11 y 12 años, con pantalones sueltos, despeinado y con una gran sonrisa, fue en busca de la pelota. Para mala suerte y desgracia del niño, al momento de entregarla, tropezó y cayó al suelo. Lo que siguió fue un coro de risas que resonó como un trueno. Los niños, e incluso algunos adultos, se burlaban sin piedad. Mi corazón se encogió. En ese instante, vi al niño mirar a su alrededor, su sonrisa desvanecida, reemplazada por una expresión de vergüenza y dolor.

    Sentí un impulso irrefrenable. Me paré de mi asiento, caminé hacia él y lo ayudé a levantarse. Me miró con ojos llenos de lágrimas y dijo: «Grachas» antes de abrazarme con una fuerza inesperada. En ese abrazo, sentí una conexión profunda, un reconocimiento de su humanidad y de su necesidad de ser aceptado.

    Ese momento de aprecio duró poco, pero dejó una huella indeleble en mí. Recogí la pelota y la devolví para que siguieran jugando mis amigos, aunque algo dentro de mí había cambiado.

    No podía ignorar la sensación de inquietud. Volteé a mirar al niño y lo vi jugando solo, mientras que a unos metros, un grupo de niños reía y jugaba a la pelota. Sentí la necesidad de saber su nombre y quedarme jugando con él. Me acerqué, y entre balbuceos y miradas tímidas, intentó decirme su nombre, pero no importaba. Lo que importaba era estar ahí para él, ser su amigo, aunque fuera solo por esa tarde.

    Minutos después, la noche comenzó a caer y una mujer se acercó. Era su cuidadora. Con una voz suave pero cargada de emoción, me dijo: «Gracias por tratarlo como a todos, aunque sea diferente». Sus palabras me atravesaron el alma. Me quedé sin palabras, comprendiendo en ese instante la magnitud de lo que había sucedido.

    La psicología nos enseña que la inclusión es fundamental para el desarrollo emocional y social de los niños. Un niño que se siente excluido puede desarrollar sentimientos de inferioridad y rechazo, que pueden afectar su autoestima y su capacidad para relacionarse con los demás. En cambio, la inclusión fomenta la empatía, el respeto y la aceptación de la diversidad, valores esenciales para una convivencia armoniosa.

    A veces, en los gestos más simples, encontramos las enseñanzas más profundas. La sonrisa de un niño puede recordarnos la importancia de la compasión, y un abrazo sincero puede transformar una vida. La inclusión no es solo una palabra, es una acción que empieza con pequeños actos de bondad y termina cambiando corazones. Esa tarde, aprendí que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer una diferencia significativa en la vida de otro, y que la verdadera esencia de la humanidad radica en nuestra capacidad de amar y aceptar a los demás, tal como son.

    VIDEO RECOMENDADO

    También te puede interesar

    Economía

    Según el MEF, este desembolso pondría en riesgo la reforma del sistema previsional En tanto, algunos congresistas buscan que se aprueben los proyectos de...

    Bonos

    Durante varios meses, se ha anunciado la distribución del subsidio de 600 soles para los trabajadores del sector público, aunque hasta ahora no se...

    Economía

    ¿Cuáles son las fechas de pago? Te contamos todos lo detalles del bono de S/600 destinados a los trabajadores estatales.

    Economía

    La iniciativa legislativa del congresista Flavio Cruz se suma a 6 más que buscan la liberación de hasta 4 UIT de las AFP. Conoce...