No se debe ceder esta vez, como de costumbre, a la solicitud de Petroperú por más aportes millonarios para camuflar su crisis, pues los argumentos de su presidente, Pedro Chira, para forzarlos se sustentan en la amenaza, la mentira y el chantaje.
El nuevo salvataje busca capitalizar deuda por US$750 millones, línea de crédito de S/500 millones, garantía del Estado hasta por US$1.000 millones y aportes de capital por S/5.574 millones.
El Gobierno anterior comprometió US$2.250 millones a Petroperú en 2022 vía préstamos, garantías y aportes de capital. Pedro Castillo designó y defendió a un directorio marcado por la corrupción, cuyo mandamás era Hugo Chávez Arévalo, hoy en prisión preventiva por presuntos delitos de organización criminal y colusión agravada.
El argumento del 2022 para el salvataje estatal fue que su grave problema de liquidez no desabastezca el petróleo y evitar el alza de precios en el mercado local. Es el mismo libreto del 2023. El chantaje es obvio: paga el rescate o asume la factura política de la parálisis del transporte, que incluye hasta el aéreo.
Es un modus operandi. Más allá del sentimiento de la actividad estratégica y del sueño estatista, se carece de recursos, procesos y objetivos de largo plazo —más allá de sobrevivir—, compitiendo con necesidades de los peruanos.
La modernización de la refinería de Talara es un ejemplo. Su inicio fue por una negociación en el Gobierno del presidente Ollanta Humala para salvar el modelo económico, contando con el respaldo del fujimorismo por su clientelismo político en la región. Pero el resultado fue un Frankenstein que se escapó de las manos, al costo de US$6.000 millones, más de cuatro veces lo previsto.
También los lotes entregados a Petroperú con mentiras como las de la presidenta de Perúpetro, Isabel Tafur, para evitar un concurso transparente con participación de inversión privada.
La respuesta de Chira a los cuestionamientos es conmovedora: “Es más que evidente la maquinaria de detractores o interesados que entran a hurgar a Petroperú en momentos decisivos”.
Petroperú, Perúpetro… ¡Perúpeor!: un caos con alta interferencia política e impacto social que se debe encarar con realismo y visión de largo plazo, sin ceder a la amenaza, la mentira y el chantaje.