El Estadio Nacional fue testigo de una noche que se sintió como un renacer. La Bicolor, golpeada y cuestionada, llegó con la soga al cuello, con la presión de un país que aún sueña con el Mundial. No había margen de error. No esta vez.
Desde el arranque, Perú mostró algo diferente: orgullo, garra, esa rebeldía que tantas veces nos hizo desafiar lo imposible. Y cuando la incertidumbre flotaba en el aire, Andy Polo irrumpió con un derechazo letal que desató la locura en las tribunas. Pero el destino tenía reservado un segundo grito: Paolo Guerrero, el capitán de mil batallas, volvió a escribir su nombre en la historia con un gol que fue más que un simple tanto; fue un mensaje: ¡Aún estamos aquí!
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Pero el fútbol, como la vida, no regala victorias sin sufrimiento. Bolivia encontró el descuento en la segunda mitad y el miedo se apoderó del Nacional. El reloj avanzaba lento, la angustia crecía y la posibilidad de un empate se volvía un fantasma aterrador. Entonces, cuando el partido pedía un héroe, apareció él. Edison Flores, el hombre de los goles decisivos, se elevó en el área y con un cabezazo fulminante enterró cualquier duda. 3-1. Partido liquidado. Esperanza intacta.
Con este triunfo, Perú suma 10 puntos y revive en la pelea por la clasificación. No será fácil. No hay caminos sencillos en el fútbol ni en la vida. Pero esta noche nos recordó algo: mientras haya un último aliento, mientras quede una última batalla, jamás dejaremos de luchar.
El sueño sigue. La próxima parada: Venezuela. Que venga quien sea.
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